The Fly Factory: «Si los músicos no pueden vivir de la música y nosotros vivimos de los músicos, la cosa está jodida».


Los hermanos Pérez-Fajardo se han convertido en referente del mundo audiovisual de este país. Desde sus inicios, empapándose de la cultura pop y Rock, con sus trabajos en cortos, y en la actualidad a través de sus fotografías y cartelería. Bunbury, Calamaro, Jayhawks, Redd Kross, M-Clan… son algunos de los artistas que solicitan sus servicios continuamente. Su trabajo es espectacular, pero, lo mejor sin duda, es el espíritu que transmiten, supuran pasión por lo que hacen y por este loco mundo del Rock & Roll. Las oficinas de The Fly Factory son un templo a la iconografía pop y hasta allí enviamos a J.F León a que charlara con Juan y Álvaro en una entrevista publicada en el número 9 de Rock Bottom en marzo de 2019.

¿Cómo y por qué empezó Fly Factory?
Juan: Empezó hace muchos años, con Fly Multimedia. Hace veinte o veinticinco años. Hacíamos DVD de multimedia y Álvaro estuvo entrando y saliendo hasta que al final disolvimos Fly Multimedia y formamos Fly Factory, hace unos quince años.

¿Con qué objetivo? Porque en realidad parece que trabajáis más por separado que juntos: Uno hace fotos a músicos y el otro diseña carteles y portadas también para músicos…
Álvaro: El concepto de Fly ha ido evolucionando. Yo estudié diseño y trabajé en publicidad, pero me fui porque me harté de ese ambiente. Me junté con Juan que estaba montando Fly Factory, y en realidad lo de la música es una cosa involuntaria.
J: Sí, no estaba nada planificado. Yo hacía animación por ordenador: mis cortos, mis dinosaurios… Y cuando empezó la crisis nos dio muy fuerte y pasé de tener muchísimo trabajo de 3D a tener cero. Empecé a hacer fotografía musical, en principio un poquito como hobby, pero me mola mucho y ahora sólo me dedico a eso.
A: Habíamos pensado en un servicio de diseño y lo que viene a ser una agencia de comunicación en un principio, había 3D, fotografía, diseño, diseño de páginas web… Pero lo de la música no era el objetivo.

Si los músicos no pueden vivir de la música y nosotros vivimos de los músicos, la cosa está jodida.

¡Quién lo diría! (Risas).
A: Quiero decir, a nosotros lo que más nos gusta es la música, estamos todo el día en conciertos y comprando discos. Hemos trabajado muchos años en Malasaña en bares y pinchando, y todos nuestros amigos están en grupos o trabajan en discográficas… Al final el proceso normal es empezar a currar con la gente que tienes a tu alrededor. Si hubiésemos estudiado en La Moraleja, y nuestros amigos también hubieran estudiado allí, a lo mejor estábamos haciendo publicidad para VOX ahora (Risas).

Afortunadamente no es así.
A: Es que nuestra pasión era la música, vas tirando de tus amigos y al final hemos ido especializándonos. Juan dejó el 3D y empezó con fotografía musical, y al final lo que hacemos es un 99% relacionado con la música. Es cojonudo, trabajar en lo que nos gusta y, encima, con amigos.

Y cada vez con más gente…
A: Van creciendo los amigos porque vas conociendo más grupos.

¿En qué momento os disteis cuenta de que esto podía cuajar de verdad, hay algún punto de inflexión? Porque últimamente no paráis y vuestros trabajos están en todos lados.
A: Sí, vamos creciendo, seguimos creciendo… Pero yo siempre estoy acojonado y con la mosca detrás de la oreja, y pienso “esto puede parar en cualquier momento, no puede durar tanto”, aunque siguen llamando.
J: Llevamos tres años sin altibajos, subiendo.
A: Lo que nos pasa a todos los autónomos es que la seguridad no existe. Ir al banco a pedir un crédito me parece ciencia ficción, comprar un piso… Para empezar yo no sé cómo será dentro de un mes.
J: Pero la verdad es que ahora tenemos una locura de curro y a veces se nos acumulan los y tenemos que decir que no. Los Zigarros me llamaron antes de Navidad para irme a Valencia con ellos y no pude, porque no me daba la vida. En el fondo está guay porque nos dedicamos a lo que nos apasiona y, de hecho, en mis vacaciones me voy a ver conciertos, festivales, porque mis amigos por ahí tocando. Y al final mi trabajo es mi día a día y mi pasión.

Pero eso es un arma de doble filo, porque al final no desconectas nunca.
A: Ya, pero Juan sí que tiene la posibilidad de seguir trabajando cuando está de vacaciones, pero yo me voy de vacaciones y le dan por culo a todo el mundo (Risas).

Sí, pero seguro que te estás inspirando constantemente, cosa que el que hace tornillos en una fábrica no le ocurre.
A: Sí, lo que hago yo es el resultado de la cultura visual y pop que nos rodea. Me encanta el cine, me encanta el arte, me encanta la música, me encantan las revistas, y es por gusto.
J: Es imposible no hacerlo, estás todo el rato pensando en ello.

¿Le veis alguna ventaja además de inconvenientes?
J: Yo voy a conciertos porque me apasionan y además tengo la posibilidad de ir a muchos porque me invitan. Hoy me voy a ver a Mario Cobo, el viernes voy a ver a Los Vancouvers. Estoy yendo a tres o cuatro conciertos semanales como mínimo. Además voy a El Sol y conozco a todo el mundo, me lo veo en la terracita entre la mesa de luces y la de sonido, sentadito en una silla ¡y me traen cervezas! (Risas). ¡Es un lujo! En serio, no me puedo quejar, al final es que me encanta ver conciertos y disfruto de una manera especial por eso.

Podríamos reflexionar acerca de cómo han evolucionado las cosas con el paso de los años. Si estuviéramos en los setenta estaríais forrados, y ahora simplemente vivís dignamente de esto, y encima parece que tendríais que dar las gracias.
A: Ahora esto ha cambiado, la cosa no da para lujos.

Pero es triste, si te lo planteas: tíos con talento y con todos los contactos que tenéis, trabajando para gente con mucho nombre y estando prácticamente en la cima de vuestras profesiones…
A: Sí, pero a mí me pasa lo mismo con los músicos.

Ya, bandas tan grandes como Sex Museum y que no sean millonarios.
A: A mí es que este tema me obsesiona un poco. Me trastocó mucho los documentales de Pixies y Ramones, que son dos de mis referentes musicales, que para mí son los dioses… Y uno de los Pixies está haciendo magia en un garito de mierda y el otro está filmando… ¡Pero si son los Pixies! ¿Cómo es que esta gente no puede vivir de ello? Y eso pasa con mil grupos, tú has dicho Sex Museum, pero hay un montón de gente que se está dejando el culo, que son buenos, que tienen éxito… Y todos tienen sus trabajos porque de la música no se puede vivir. Si los músicos no pueden vivir de la música y nosotros vivimos de los músicos, la cosa está jodida.

Sí, pero no es lo mismo… Los músicos viven de ellos mismos y vosotros vivís de muchos músicos. Y sumando, sin unas grandes aspiraciones, podéis salir adelante.
J: En España en general la cultura no está valorada. Estamos trabajando con los más grandes, con Coque Malla, Luz Casal, M-Clan, Loquillo, Bunbury… El equivalente en Estados Unidos o en Inglaterra sería trabajar para Beyonce y estaríamos con un helicóptero privado que nos llevase a las sesiones. Pero bueno, estamos en España, para lo bueno y para lo malo, que también es maravilloso.

Borja Bonafuente ha publicado ya varias cosas para Mojo, ¿os habéis planteado que alguna agencia os pueda empezar a mover para intentar, como reto profesional, que vuestro arte lo pueda ver más gente?
A: No sé si eso se busca o te busca. Nosotros no lo hemos buscado, con lo cual…

…más difícil que te encuentren. ¿No os lo habéis planteado nunca?
J: Pensado sí, pero no tenemos tiempo para nada y no nos ponemos a plantear cosas para el futuro.

¿Puedo ser vuestro mánager? (Risas).
A: Molaría (Risas). Nosotros no hemos ido en ningún momento a buscar ningún cliente, nunca hemos llamado a la puerta de nadie. Hemos estado trabajando sin parar, muy currelas, y el boca a boca es lo que nos ha traído hasta aquí: “hostias, ¿de quién es esa foto tan molona?, ¿de quién es esa portada?”. Quizá molaría tener un comercial que supiese a qué puertas hay que llamar fuera de España.

Sí, en España ya no necesitáis a nadie, y mejor, porque lo que queda ya por tocar mejor casi que no entréis por ahí… (Risas).
A: Bueno, a mi me mola hacer cosas variadas, ¿eh?

Bueno, sí, con lo de Vox que has dicho antes me has jodido una pregunta que te iba a hacer, que si Bertín Osborne te iba a abrir las puertas de la siguiente campaña de Vox, o hacerle un retrato a caballo a Santi Abascal o algo..(Risas).
J: Si yo hubiese hecho sólo fotos a gente del Rock o del punk, de donde vengo, estaría todo el rato haciendo las mismas fotos de tipos enfadados (Risas). Al hacer fotos de Luz Casal o La Oreja de Van Gogh, al final te ayuda a abrirte mentalmente a otras cosas, y eso lo puedes usar también en el Rock. A mí me mola y al final me ha quitado también un montón de telarañas mentales. Yo era muy de “lo que me mola es lo que me mola, y del resto no me mola nada porque es una mierda”, sin haberlo escuchado. Después de haber estado trabajando con Pablo Alborán, ¿me voy a poner un disco de Pablo Alborán? Pues no, pero hay un respeto por lo que hace, y respetas que haya gustos para todo, y en el fondo es bienvenido, porque si a todos nos gustase lo mismo sería un coñazo. Además es muy especial estar en los ensayos de Pablo o en la grabación de Luz Casal, cosas que no las puede vivir casi nadie.

Ya, pero creo que os molaría más estar con Jack White o Black Keys, que está más cerca de vosotros, ¿no?
J: El mercado anglosajón es descomunal y el español es muy chiquitín.

Y vosotros escucháis más música en inglés.
J: Sí, venimos de cultura anglosajona. Es la música que escuchamos, en mi casa hasta hace muy pocos años no había grupos españoles.

Tres grupos de Malasaña…
A: Malasaña y alguno de la nueva ola… Yo te diría que el 95% de los discos que hay en mi casa son anglosajones. Por mis gustos, me gustaría mucho más trabajar en Estados Unidos, en Inglaterra, porque tienen ahí todo lo que me gusta.

Pero más allá de la satisfacción, también podríamos hablar de seguridad: Si ahora haces un trabajo por X, pero trabajando para alguien de un mercado mayor pudieras cobrar 10X, tendrías la tranquilidad de ahora, pero multiplicada por 10. Siempre que no cambiaras tu vida, porque si se te va la cabeza y te comprases una casa al lado de la del tío de Vox (Risas).
J: Yo en el fondo estoy encantado con mi vida, soy feliz, hago lo que me apasiona, me la paso rodeado de mis amigos, tomando cervezas y viendo bolos…
A: Tu vida mola más que la mía, la mía está encima de esta mesa.

Qué diferentes sois…
J: Para él es más fácil irse a Tailandia que a un concierto a Malasaña.
A: Necesito family points para escaparme a un bolo (Risas).

¿Cuál consideráis que ha sido vuestro mejor trabajo o el que os haya dado más subidón? Recuerdo ver en redes sociales la foto de unos autobuses forrados con tus carteles de Calamaro y Bunbury circulando por México DF.
A: Sí, eso fue verlo y decir “¡hostias, ese autobús es mío!” (Risas). Pero no sé, ahora te diría que el cartel que he hecho para Ozzy Osbourne mola mucho.
J: A mí de las cosas que más me han molado ha sido estar con M-Clan en Nashville. Me lo pasé de puta madre. Estar en las sesiones de grabación de los colegas me mola. Ver cómo ponen los micros, curiosear… Y encima en Nashville, ver cómo trabajan, la facilidad con la que lo hacen y lo humildes que son. ¡Joder, el que tocaba el pedal steel había grabado en el “Exile On Main Street” de los Stones! Era el capo, pero le preguntaba a un tipo de Murcia si le gustaba lo que había tocado. Eso me flipó. Y, claro, también estar con ellos, salir de conciertos… Esas oportunidades son las que me flipan. También ver una foto mía de Pablo Alborán allí puesta a lo grande en mitad de la Gran Vía, !claro! Pero no más que lo otro. Pero es que a mí lo que me apasiona es ir de conciertos…

¿Qué os pareció Nashville?
A: La primera diferencia gorda que vi es la calidad de los grupos que tocaban en los garitos y que había 24 horas de música en vivo.
J: Y entre actuación y actuación no ponían nunca música enlatada, sólo música en directo.

Hombre, es el sitio. Si eso no ocurre en el Broadway de Nashville o en Beale Street de Memphis… ¿dónde lo va a haber?
J: Al final tú ves a grupos por aquí a los que les falta chicha… Pero claro, si no puedes vivir de la música, si necesitas tres curros para vivir, si no tienes tiempo para ensayar… Y en Nashville ves cualquier grupo de mierda y dices “¡joder, cómo tocan estos tíos!”.

Pero te aseguro que les pagan dos duros. Y no sólo te los encuentras haciendo versiones de Johnny Cash, también se oyen las baladas de Whitesnake… En pocos años Broadway ha perdido su identidad y desgraciadamente cada día se parece más a la Bourbon Street de Nueva Orleans o Las Vegas, donde la gente sólo va a desfasar y a despedidas de soltero.
A: Sí, pero es en esa calle, es como pensar que Madrid es la plaza Mayor tomando “relaxing cup of café”.

Yo no la compararía con la Plaza Mayor, quizá con Malasaña. Nashville es conocida como “The Music City” y en diez años pasar de ver escaparates de tiendas de dobros o de la mítica imprenta Hatch a ver sólo tiendas de imanes para turistas… Menos mal que aguanta la tienda de discos de Ernest Tubb.
J: Se ha convertido un poco en algo para guiris.
A: Pero consiguen vender su propio producto. Es decir, el propio museo del country de Nashville es acojonante, enorme…

Es tremendo, ya sólo el edificio con forma de piano…
A: Pero en Jerez, en Córdoba o en Sevilla no hay un museo del flamenco, de Camarón o de Paco de Lucía. Los americanos venden muy bien lo suyo eso. Allí, que yo recuerde, estaba el de Johnny Cash, Glen Campbell…

Incluso había uno de Charlie Daniels junto al restaurante de B.B. King. Y luego las visitas a los estudios B de la RCA, el Grand Ole Opry…
A: A mí me da envidia. Nosotros en España nos fustigamos mucho con eso de que “lo que viene de fuera es mejor”, y hostias, no.

Pero, ¡precisamente nosotros tres reconocemos que escuchamos mucha más música de fuera! Somos los primeros culpables de esta invasión anglosajona tanto en lo audiovisual como en la música.
A: También es cierto que los grupos y los músicos aquí en España han mejorado una bestialidad, y ves a chavales que tocan muy muy bien, que se pasan sus horas practicando y buscando su sonido. Han cambiado muchísimo las cosas. No es como en la década de los 80, que la época dorada, pero al final muchos de ellos no tocaban en sus discos porque en realidad no sabían tocar. Aún estamos muy por detrás, pero la cosa ha cambiado, va muy bien la cosa.

Antes se dibujaba a mano, se revelaban los carretes… ¿Hasta qué punto vuestro trabajo está condicionado por la tecnología y lo digital?
J: Yo no creo que condicione tanto. Está claro que ahora coges un móvil y puedes hacer esto o aquello, pero el ojo para encontrar el encuadre es el mismo… Eso no te lo da un móvil o una cámara de no sé cuántos miles de euros. Álvaro está trabajando con un programa del ochenta y pico. La técnica es necesaria, por supuesto, pero mucho más saber a dónde quieres llegar y cómo vas a llegar.
A: Cuando acabé el instituto quise ser productor de música… Recuerdo editar las cintas con el cúter: cortando, pegando… Aquello era un coñazo de mierda y ahora es mucho más sencillo, más barato y más rápido. También con más calidad. “Qué artesano”, sí, los cojones, ¡era un coñazo! (Risas) Si te equivocabas te cargabas todo el trabajo, ¡el Control+Z es el invento del siglo! (Risas)

Sí, pero estoy viendo en la pared la portada del disco de la Oreja de Van Gogh, hacer eso sin ordenador habría sido algo titánico. Recuerdo cuando se hacía una sesión de fotos y medías cuatro veces con un fotómetro manual, pensabas cada encuadre, porque ya sólo la película costaba una pasta y te lanzabas sin red y tenías que esperar al positivado. Ahora ves los resultados sobre la marcha y muchos simplemente disparan doscientas fotos y se quedan con la mejor. Creo que en cierta medida la fotografía digital ha matado el arte, en el sentido de que antes te pensabas mucho el encuadre, la luz…
J: Yo no estoy de acuerdo en eso.

Me parece muy bien que estés en desacuerdo… (Risas).
J: Yo lo que creo es que se ha democratizado todo. Antes tenías que gastarte mucho dinero para tener un buen equipo… Ahora todo es mucho más barato y porque todos tenemos un móvil con el que podemos hacer muchas cosas, está bien que no sólo los ricos puedan hacer según qué cosas. Y yo improviso mucho, pero antes de hacer click ya sé qué es lo que quiero hacer y a dónde quiero ir.

Pero eso te lo da la experiencia. Insisto en que hay mucha gente sin talento que a base de tirar cientos de fotos alguna le sale bien.
J: Pero está guay que haya gente a la que le guste estar tirando fotos. Y además, es importante que haya gente que aprenda a valorar esas cosas, porque así se valora lo que estamos haciendo nosotros y puede entender por qué una foto suya o una foto mía tiene una serie de calidades que no se valoraban antes porque no había esa cultura audiovisual. Y ahora todo el mundo comienza a tener sus propios estudios caseros de fotografía o de vídeos, luego ve nuestros trabajos y puede decir “oye, esta gente está ahí por algo”. Cuanta más gente haya que haga estas cosas y que lo valore creo que es mejor.
A: Para mí lo importante es el resultado. Me da igual que se haya hecho con cincel o con la última aplicación de móvil. Mi objetivo es que al grupo le mole, que venga y diga “ostras, esto es justo lo que quiero”. A mí que me gusta mucho el humor bruto, pero para el disco de Luz Casal no encajaría que saliera arrancándose los ojos. ¿Me gustaría hacer esa portada? Sí, pero estás al servicio del cliente, y el cliente es el artista… Me considero más currante que artista.

No estoy de acuerdo. Yo estoy viendo estas paredes y aquí hay mucho arte. Pero claro, trabajáis para otros y os tienen que dar el visto bueno.
A: Arte era la cartelería de los años 60 en San Francisco, aunque la hiciera gente que iba puesta de LSD hasta las cejas (Risas). Y ahora tienes a gente como Banksy o Kozik, que son artistas consagrados.

Ahora que lo mencionas, iba preguntaros por vuestras influencias.
J: Mis influencias no son concretas, está más relacionado con los músicos, con mil conciertos y portadas de discos. Al final ahí hay un montón de elementos audiovisuales que luego te ayudan a pensar qué funciona mejor con cada cosa. Me mola mucha gente, pero por cosas específicas; creo que no hay nadie de quien pueda decir que me haya influenciado de forma global.
A: No somos estudiantes, somos más el resultado de la cultura audiovisual. Nos gustan las películas y los dibujos de los 70, las portadas de tal y cual… Y vas mezclando. Si te fijas en las paredes de nuestra oficina ves una mezcla de Star Wars con la estética pandillera de los 80, y al final es una cultura mezcla de música, de cine, de cartelería de la calle, series, libros… Y ahora con internet tienes una puerta abierta a lo que te dé la gana y eso va dejando un poso que sale cuando agarras el lápiz o la cámara. “Yo es que hago expresionismo abstracto malasañero”, ¡que no cojones! (Risas)… Yo hago lo que me sale de las narices, y a veces no sé ni de dónde sale: me pongo a dibujar y pienso “joder qué guay, que salga un cocodrilo de la oreja y le muerda el culo al que tiene al lado”. ¡Hostia!, ¿¡Quién sabe de dónde sale eso!?
J: Es que no lo sabes. En la última exposición que hice en una academia de fotografía, me vinieron alumnos de allí y me decían “uooo… te has inspirado en la fotografía de no sé quién… y has usado la luz de tal”… Y yo les decía “no tengo ni idea de lo que me estás hablando (Risas) Yo no he estudiado fotografía y nuestro trabajo es el resultado de toda esa cultura que nos apasiona.

Bueno, extrapolando a la música, hay grupos a los que se les ve integrados en un estilo concreto o la inspiración de una banda en particular; pero hay otros que son el resultado de muchas cosas diferentes… En realidad la pregunta iba más encaminada sobre si teníais a algún elemento totémico que os marque especialmente.
A: Sí, ya lo decía antes: los carteles de los 60 de San Francisco… Si lo mezclas con Alphonse Mucha de la cartelería Art Nouveau y le metes punk Rock, sale mi trabajo. Y también el de otras ochocientas mil personas.

A pesar de que estéis muy cómodos con el tema de la música, ¿estáis abiertos a trabajar en otros campos? Moda, no sé…
J: Yo he tenido ofertas y he dicho que no. Tengo ya bastante trabajo con lo que me gusta y no necesito hacer cosas que no me apasionan precisamente. Yo visualmente vendo música, no vendo a los músicos. Así que cuando vendes música tratas que los artistas salgan más molones que guapos. Y en cambio en la moda lo que tienes que vender es el bolso, o la ropa… Y a mí lo que me gusta es vender música y por eso me dedico a lo que me dedico.

¿Y algo que no fuera música y que te gustaría hacer?
J: Claro, si me ofrecen hacerle un retrato a Robert DeNiro, o estar en una película americana, pues claro. Pero en el fondo, si me das a elegir entre eso e irme a hacer una gira con los Rolling Stones, pues obviamente prefiero irme de gira. O con Jack White, porque me lo paso mejor.

Y tú, Álvaro…
A: Yo me apunto a un bombardeo, me gusta todo.

Claro, como lo haces todo desde casa no tienes que irte por ahí… (Risas).
A: A mí lo que más me gusta es la cartelería, me entusiasma. Es lo más divertido, lo más directo. He hecho cartelería para cine, para documentales, además de para música, claro… Ahora también estoy con toda la parte artística en La Fiambrera, haciendo exposiciones de ilustraciones. Pero en el fondo no distingo tanto entre unas cosas y otras, las trato igual. Me lo paso muy bien. Y me gusta ir cambiando, salir de mi mundo, como la portada que acabo de hacer para el documental de Camarón. Me gusta darle otras formas, usar otras técnicas… Enfrentarte a todo eso es muy divertido.

Al trabajar para otras personas imagino que más de alguna frustración o disgusto habrá habido.
A: A veces te llevan los demonios, porque hay trabajos que no salen porque el cliente no decide aquello que tú crees que es lo que mejor le conviene. Tenemos esta portada, o este cartel… ¿¡Cómo puedes elegir la peor opción!?
J: A mí eso me da un poco más igual. Antes me daba más rabia ver que elegía la foto que era la mala, pero al final te dices “tú eres el que paga y elige, y si te gusta más esa, pues nada”.
A: A mí me jode, pero al final te acostumbras. “Tú eres el cliente y tú verás lo que haces”. Pero yo he dejado portadas sin firmar porque no me gustaba la elección.

¡Sin firmar! ¿Y cómo se lo tomaban?
A. Pongo “The Fly-Factory”, porque la ha hecho la compañía, pero no la firmo personalmente, porque me parece que la elección es fea. Es que a veces ves lo que terminan por poner y te preguntas, “coño, ¿para qué pagas a alguien que se dedica a esto si al final eliges algo diseñado por tu sobrino?”.

Has mencionado antes a La Fiambrera, y parece que se ha convertido un poco en vuestra segunda casa, ¿no?
J: Más suya, yo he expuesto algo, pero Álvaro es el que ha estado más metido.
A: Ruth y Maite son maravillosas y hacen un trabajo fantástico. Están trayendo a La Fiambrera a artistas consagrados y que las tiendas de arte vendían antes a precios desorbitados. Traen a distintos tipos de ilustradores y artistas que por sus códigos son los que nos gustan a nuestra generación. Yo estoy entusiasmado por trabajar con ellas… ¡Estoy en la misma sala de exposición que Shepard Fairey, Shag…! Hostias, yo tenía libros de Shag porque lo admiraba mucho y ahora exponemos en el mismo sitio, eso mola.

Me parece que debería cundir el ejemplo…
A: ¿Saldrán más Fiambreras? Pues quizá, algunos saldrán bien y otros fracasarán.
J: Yo creo que lo que falta en España es cultura y valorar lo que valen algunas cosas: desde comprar un disco o una serigrafía, pagar más por las sesiones de fotos… A medida de que en España se vaya valorando más la cultura irán surgiendo más sitios como la Fiambrera.

Supongo que habréis vivido muchas anécdotas, pero que las más jugosas y divertidas no las podréis contar.
A: Hay veces que alucinas con los grupos. Mucha gente no se da cuenta de lo importante que es la parte estética y visual dentro de la música. Los Ramones no son solo sus discos, son sus portadas, sus chupas de cuero.

Y su iconografía…
A: Los pantalones rotos… Es el paquete completo.
J: Muchas veces les digo a los músicos “no podéis venir como si fuerais a comprar el pan”. Alma de cántaro, tienes que vender actitud. Yo me he comprado muchos discos por la portada, porque tiene los códigos estéticos que yo busco. Las hay que las ves y dices “hostias, cómo tiene que molar este disco, voy a comprármelo a ver qué tal”. Luego el disco es un truñaco, pero a veces descubres cosas que están muy bien(Risas) Pero mucha gente no se da cuenta de lo importante que es cuidar la portada de un disco, cuidar una sesión de fotos, la vestimenta… Kiss llevan viviendo de su maquillaje y de su aspecto desde el 73 y siguen petándolo. Y mira la parte estética de los Misfits, que han vendido más parches y camisetas que discos. Conseguir eso es fundamental.
A: A los Sex Pistols los vistieron expresamente, otros se vestían como les iba saliendo e improvisando cosas. A los Beatles, que iban vestidos de cuero, de Rockers, les hicieron cambiar la vestimenta y ponerse trajes.

Juan, ¿qué te gusta más de tu hermano, qué obra?
J: Me moló mucho la última la exposición que hizo de carteles de conciertos y tengo colgado en casa el de los Stooges, que es de mis grupos favoritos.

¿Y qué cualidad?
J: Que está en la habitación de al lado y no me molesta demasiado (Risas).

¿Y a ti, Álvaro?
A: Fotos ahora no sabría decirte ninguna… Pero me encanta lo natural que sale la gente. Hostias, la última exposición que hiciste, ves la cercanía con los grupos, permite que, como él convive con ellos, se vea como uno más.

Pero eso no lo veo yo como cualidad artística. Creo que esa naturalidad de la que hablas, incluso parte de vuestro éxito, se debe a sois muy buena gente, se está super a gusto con vosotros…
J: Bueno, que se sientan ellos mismos, que estén relajados y que parezca fácil lo que hago me parece importante.

Pero eso es más de psicólogo que de artista, creo yo.
J: Va en el paquete, eso entra en mi trabajo. De verdad, hacer que una foto parezca sencilla no es tan fácil. Es como tocaba la batería Ringo Starr, que parecía que no tocaba demasiado. Intenta tocar como él: esa sencillez es un arte. Llevado a mi terreno, hay fotógrafos que usan un millón de filtros con unas cámaras tremendas, con mucho ruido, mucha parafernalia… Mucho papel de celofán bonito, pero al final el resultado es lo que cuenta.

Pero yo hablo específicamente del arte. Por ejemplo, me gusta mucho tu concepción del aire en tus fotos.
J: En un retrato quizá no, pero a mí me mola mucho el efecto aire en los camerinos. No dejan de ser falsos robados, porque no puedes ponerlos posando una hora allí, pero me gusta mucho esa sensación de soledad en los camerinos antes de los conciertos, concentrados en ese entorno… Estás contando una historia en un fotograma.

Has pasado de contar historias con un montón de fotogramas en 3D a hacerlo con sólo uno… Por cierto, mucha gente no sabe que estuviste nominado a un Goya con “Hasta la muerte”. ¿Qué año fue? Cuéntanos algo de aquello…
J: Fue en 2004, era a lo que me dedicaba sobre todo en aquella época, aunque también estaba muy relacionado con la música. En realidad era un musical con Willy Vijande, Carlitos Tupperware, Javi XXX cantando… La verdad es que todos los cortos que hice estaban llenos de música. “Hasta la muerte” funcionó muy bien, pero dejé aquello porque te tirabas meses y meses para hacer una mierda de 30 segundos, era frustrante. Y luego hacía lo que podía, no lo que quería. Sobre todo por falta de presupuesto para conseguir ayuda. Con la fotografía sólo dependo de mí mismo, de estar más o menos inspirado. Es mucho más cómodo.
A: Es más inmediato.

Puede que profesionalmente no te colmara, pero muy poca gente puede decir que ha hecho algo tan chulo.
J: Claro, y estuve dando vueltas por toda España presentándolo. Fueron muchos festivales, conocí a mucha gente y estuvo chulo hacerlo con los medios y el tiempo que teníamos.

Y también podríamos hablar de tu pasado y presente como músico.
J: Desde los dieciséis años monté grupitos, que nunca fueron nada. Éramos más de ir al local a tomar cervezas que de estar en casa ensayando. Creo que estábamos muy bien, pero técnicamente éramos muy malos.

Pero te ha servido para subirte al escenario últimamente con varias bandas…
J: Casualidades de la vida, o más bien estar trabajando en este mundo… Me han llamado algunos colegas para subir a tocar algo con ellos. Alex de los Rebels me dijo “oye, que yo sé que esto te mola” y me dieron una guitarra para que la rompiera en el escenario y me lo pasé de puta madre. Claro, de tanto ver a los Who y la portada del “London Calling”(Risas)

También con KITAI hace poco…
J: Sí, batieron el récord Guiness tocando 24 horas sin parar. Y de aquello surgió lo de montar The Garlic Phantoms con Edu Molina. Sacaremos el single pronto y ya tenemos incluso un festival cerrado. Va a molar.

¿Y quién quieres que te haga las fotos sobre el escenario?
J: Tengo muchos amigos que hacen fotos de puta madre. Para el vídeo vinieron gente como Aitor y Roberto Almendral, que estuvieron haciendo fotos y han quedado muy chulas.

Al final es un trabajo gracias al que también estáis conociendo a mucha gente interesante…
A: Y gente que viene por el estudio y que no viene del mismo background musical. Por ejemplo Enrique Bunbury, que es uno de los tíos que más admiro del planeta. Me parece un auténtico astro: como jefe, como músico, como cliente. Otra persona a la que quiero mucho es Rulo, que viene mucho por el estudio y nos hemos hecho muy amigos. El viaje a Nashville con M-Clan no fue solo una experiencia muy bonita a nivel profesional sino que conocimos a dos personas excepcionales, que son Ricardo y Carlos. Ariel Roth también es muy dado a aparecer por aquí. O Calamaro… Que es un tío increíble, me manda unos mensajes (Risas)… Va a su bola completamente, pero es un tío encantador y muy divertido.
J: O Coque Malla, que últimamente me voy de vacaciones con él…

¿Y gente con la que os habría gustado trabajar?
A: Me habría encantado irme al mercado anglosajón, haber hecho algo con Tom Petty, pero ya no es posible. Hay mil grupos con los que me gustaría trabajar.
J: A mí me encantaría trabajar con Tom Waits.

Mi foto favorita de tu última exposición es el retrato de Nick Lowe. Tiene una cara con muchos matices, pliegues… Pero siempre tan sonriente.
A: Nick Lowe y Elvis Costello, dos tótems de todo lo bueno que hay en Inglaterra… ¡Qué buen rollo, qué bolinga! Es el buen rollo en estado puro, qué coñazo el rollo ese de ir siempre de Rockero cabreado, de artista torturado. Nick Lowe es justo lo contrario, es un genio. Como Elvis Costello.
J: También te digo que trabajando con Camela me lo he pasado en grande: te invitan, te subes al escenario y te dicen que digas algo (Risas). Y oye, en lo suyo también son instituciones. Musicalmente no tenemos nada que ver, pero oye mola mucho conocer a gente de otros mundillos que al final entran a formar parte de tu vida, eh?
A: Una de las grandes recompensas de Fly es que la gente repita trabajando conmigo, ése es el triunfo absoluto. Me comenzó a pasar con los Sex Museum, con los Coronas… Todos repiten. Eso es que ha habido buen feeling, que han fluido las cosas… ¡Joder, eso es un orgullo!

Pero eso es que aparte de ser buenos en lo vuestro es porque sois muy buena gente.
J: Para mi última exposición estuve pidiendo frases para las fotos que les hice y que te escriban cosas súper chulas gente como Leiva, Pablo Alborán, Luz Casal, Loquillo, Bunbury… ¡Mal no debemos estar haciéndolo!
A: ¡Y luego al bar! (Risas).
J: Eso, cuanto antes terminamos antes nos vamos a emborrachar.
A: El trabajo nos va a llevar hacia la cirrosis (Risas).

J. F. León

Puedes ver la entrevista original publicada en el Número 9 de Rock Bottom Magazine.

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